domingo, 10 de marzo de 2019

La Prueba del Desierto


En algún momento en nuestro caminar de fe se nos puede presentar la tentación de darle la espalda al camino de Dios y podemos ceder a esa tentación.

La Biblia nos enseña que Jesús estuvo también sometido a estas mismas tentaciones y sin embargo, hubo algo que marcó la diferencia entre El y nosotros.

En la carta a los Hebreos, hablando acerca de Jesús como nuestro intermediario ante Dios, se nos dice que “no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”, Hebreos 4:15

Al igual que nosotros, Jesús fue tentado en todo, pero él no cedió a la tentación, no perdió su objetivo, no se salió del camino, no pecó; esa fue la diferencia.

En Mateo4:1-11 podemos ver un ejemplo del proceso de tentación de Jesús y la forma en que él enfrentó esa tentación.

Haremos bien en aprender de Jesús para que pueda decirse de nosotros lo que se afirma en Santiago 1:12 “Qué dichosa la persona que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a quienes le aman”

Según el relato bíblico, la tentación, la prueba a la que el diablo, el engañador, estaba sometiendo a Jesús era una sola: estaba probando su identidad.

Noten la forma en la que inicia cada uno de los ataques del diablo a la identidad de Jesús: v.3, si eres Hijo de Dios, convierte las piedras en pan; v.6: si eres Hijo de Dios, échate abajo desde el pináculo del templo.

En el tercer ataque la táctica cambia, en lugar de confrontar a Jesús en su identidad como Hijo de Dios, ahora lo tienta a que lo adore.

Ni el diablo es tan descarado. Hubiera sido un absurdo que le dijera a Jesús: “si eres Hijo de Dios, póstrate y adórame”. Un hijo de Dios jamás adoraría al diablo, a menos que su identidad cambie de hijo de Dios a hijo del diablo.

En el fondo, esta era la intención de la tentación, hacerle renunciar a su identidad de Hijo de Dios y mostrarlo al mundo solo como un hombre que busca comida (convirtiendo las piedras en pan para comer), como un hombre que busca la aprobación (saltando de la punta más alta del templo para que todos pudieran verlo), o como un hombre que busca poder (aceptando los reinos del mundo y la gloria para dominarlos).

¿Qué evangelio hubiera llegado a nosotros si Jesús hubiera fracasado en esta prueba a la que fue sometido?

En lugar de salvación, pan para comer; en lugar de resurrección, espectáculos, en lugar de oportunidades de servicio, búsqueda de servidores para dominarles.

Qué fácil nos resultaría a nosotros como humanos ceder a esta tentación y fallar la prueba.

Si renunciamos a nuestra identidad como hijos o hijas de Dios, ¿qué verá el mundo en nosotros una vez que la prueba pase?:

¿Una persona que solo busca el placer material y que va por la vida convirtiendo piedras en pan?

¿Una persona que busca la aprobación a tal nivel que hace todo lo posible por desviar la atención de otras personas hacia sí misma y no hacia Dios?

¿Una persona que busca el poder y que va por la vida conquistando reinos, buscando posiciones, aplastando a otras personas para llegar más lejos?

Si esto es todo lo que un hijo de Dios puede darle al mundo, ¿dónde quedan las buenas nuevas de redención? ¿Qué esperanza le queda al mundo si lo único que podemos darles es lo que este puede obtener humanamente?

Para poder enfrentar la tentación de renunciar a nuestra identidad como hijos de Dios necesitamos aplicar el Modelo de Resistencia que utilizó Jesús.

Según John Maxwell las siguientes son las estrategias de este modelo basadas en los versículos 4, 7 y 10

No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, Mateo 4:4. Aquí hay 3 estrategias:

- Reconocer que Dios nos guiará a etapas de crecimiento, no de gratificación: si pensamos que lo único importante en la vida es convertir las piedras en pan, eliminar todos los tropiezos o calmarle el hambre a los demás, perderemos de vista las oportunidades para crecer que todas estas cosas nos presentan.

- Librar batallas y vencer la tentación de tomar atajos: el camino fácil no siempre es el mejor camino. El camino angosto conduce a la vida eterna, y esto es porque al transitarlo aprendemos.

- Aprender la disciplina y el arte de depender de Dios: la disciplina requiere dedicación, constancia, perseverancia; el arte requiere motivación, entrega, creatividad, y todo esto junto nos ayuda a depender de Dios, cuando las circunstancias parecen decirnos todo lo contrario.

No tentarás al Señor tu Dios, Mateo 4:7, aquí tenemos una estrategia.

- Eliminar la autosuficiencia y la autopromoción. Lánzate, que otros te vean, Dios está contigo, lúcete, demuéstrales la consagración que tienes, que gran creyente eres. No necesitamos poner a prueba a Dios. Sus promesas son para que podamos acercarnos a él, creer en él y esperar en sus cuidados. Si alejamos nuestra atención o la atención de otras personas a algo que no sea esto estamos cediendo a la tentación y alejándonos del camino.

Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás, Mateo 4:10. Aquí vemos las últimas tres estrategias del modelo de resistencia a la tentación.

- Solidificar nuestro sentido de misión:  este es nuestro motivo principal, nuestro único propósito real de vida, nuestra verdadera misión: adorar a Dios y servirle.

- Ganar perspectiva: no la perspectiva de estar en un monte alto, y ver todos los reinos del mundo y la gloria de ellos. La tentación nos hace creer que esto es nuestro. La perspectiva correcta es entender que todo pertenece a Dios: no es mi trabajo, no es mi familia, no son mis hijos, ni siquiera es mi iglesia. Todos estos reinos son de Dios, el sustenta todo esto, él lo sostiene, él lo da.

- Estar preparados para entrar en nuestra vocación: todo lo que hacemos, por más sencillo que parezca, es una oportunidad que Dios nos da para servirlo. Le servimos cuando hacemos bien nuestro trabajo, como obreros que no tienen de que avergonzarse.

En el relato de Lucas de este evento, nos dice que “cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se aparto de él, de Jesús, por un tiempo”.

¿Cuánto tiempo pasará antes de que estemos otra vez en el desierto de la prueba y nos llegue nuevamente la tentación de olvidarnos de nuestra identidad como hijos e hijas de Dios?

Tal vez no mucho. Tal vez la tentación esté ahora en nuestras mentes, es ahí donde el engaño llega primero. Pero recordemos que todo lo que necesitamos saber para enfrentar esa tentación ya “está escrito”.

Tres veces respondió Jesús con esas palabras y al hacerlo nos enseña que no es nuestra lucha, que no tenemos que fracasar en la prueba, que no tenemos que ceder a la tentación. 

Como nos lo recuerda Pablo, “ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla”. 1 Corintios 10:13

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