En algún
momento en nuestro caminar de fe se nos puede presentar la tentación de darle la
espalda al camino de Dios y podemos ceder a esa tentación.
La Biblia nos enseña que Jesús estuvo también sometido a
estas mismas tentaciones y sin
embargo, hubo algo que marcó la diferencia entre El y nosotros.
En la carta
a los Hebreos, hablando acerca de Jesús como nuestro intermediario ante Dios, se
nos dice que “no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza,
pero sin pecado”, Hebreos 4:15
Al igual
que nosotros, Jesús fue tentado en todo, pero él no cedió a la tentación, no
perdió su objetivo, no se salió del camino, no pecó; esa fue la diferencia.
En Mateo4:1-11 podemos ver un ejemplo del proceso de tentación de Jesús y la forma en
que él enfrentó esa tentación.
Haremos
bien en aprender de Jesús para que pueda decirse de nosotros lo que se afirma
en Santiago 1:12 “Qué dichosa la persona que soporta la tentación; porque
cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha
prometido a quienes le aman”
Según el relato bíblico, la
tentación, la prueba a la que el diablo, el engañador, estaba sometiendo a
Jesús era una sola: estaba probando su identidad.
Noten la
forma en la que inicia cada uno de los ataques del diablo a la identidad de
Jesús: v.3, si eres Hijo de Dios, convierte las piedras en pan; v.6: si eres
Hijo de Dios, échate abajo desde el pináculo del templo.
En el
tercer ataque la táctica cambia, en lugar de confrontar a Jesús en su identidad
como Hijo de Dios, ahora lo tienta a que lo adore.
Ni el
diablo es tan descarado. Hubiera sido un absurdo que le dijera a Jesús: “si
eres Hijo de Dios, póstrate y adórame”. Un hijo de Dios jamás adoraría al
diablo, a menos que su identidad cambie de hijo de Dios a hijo del diablo.
En el
fondo, esta era la intención de la tentación, hacerle renunciar a su identidad
de Hijo de Dios y mostrarlo al mundo solo como un hombre que busca comida
(convirtiendo las piedras en pan para comer), como un hombre que busca la
aprobación (saltando de la punta más alta del templo para que todos pudieran
verlo), o como un hombre que busca poder (aceptando los reinos del mundo y la
gloria para dominarlos).
¿Qué
evangelio hubiera llegado a nosotros si Jesús hubiera fracasado en esta prueba
a la que fue sometido?
En lugar de
salvación, pan para comer; en lugar de resurrección, espectáculos, en lugar de
oportunidades de servicio, búsqueda de servidores para dominarles.
Qué fácil
nos resultaría a nosotros como humanos ceder a esta tentación y fallar la
prueba.
Si
renunciamos a nuestra identidad como hijos o hijas de Dios, ¿qué verá el mundo
en nosotros una vez que la prueba pase?:
¿Una
persona que solo busca el placer material y que va por la vida convirtiendo
piedras en pan?
¿Una
persona que busca la aprobación a tal nivel que hace todo lo posible por
desviar la atención de otras personas hacia sí misma y no hacia Dios?
¿Una
persona que busca el poder y que va por la vida conquistando reinos, buscando
posiciones, aplastando a otras personas para llegar más lejos?
Si esto es
todo lo que un hijo de Dios puede darle al mundo, ¿dónde quedan las buenas
nuevas de redención? ¿Qué esperanza le queda al mundo si lo único que podemos
darles es lo que este puede obtener humanamente?
Para poder
enfrentar la tentación de renunciar a nuestra identidad como hijos de Dios
necesitamos aplicar el Modelo de Resistencia que utilizó Jesús.
Según John
Maxwell las siguientes son las estrategias de este modelo basadas en los
versículos 4, 7 y 10
No sólo de
pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, Mateo 4:4.
Aquí hay 3 estrategias:
- Reconocer
que Dios nos guiará a etapas de crecimiento, no de gratificación: si pensamos
que lo único importante en la vida es convertir las piedras en pan, eliminar
todos los tropiezos o calmarle el hambre a los demás, perderemos de vista las
oportunidades para crecer que todas estas cosas nos presentan.
- Librar
batallas y vencer la tentación de tomar atajos: el camino fácil no siempre es
el mejor camino. El camino angosto conduce a la vida eterna, y esto es porque
al transitarlo aprendemos.
- Aprender
la disciplina y el arte de depender de Dios: la disciplina requiere dedicación,
constancia, perseverancia; el arte requiere motivación, entrega, creatividad, y
todo esto junto nos ayuda a depender de Dios, cuando las circunstancias parecen
decirnos todo lo contrario.
No tentarás
al Señor tu Dios, Mateo 4:7, aquí tenemos una estrategia.
- Eliminar
la autosuficiencia y la autopromoción. Lánzate, que otros te vean, Dios está
contigo, lúcete, demuéstrales la consagración que tienes, que gran creyente
eres. No necesitamos poner a prueba a Dios. Sus promesas son para que podamos
acercarnos a él, creer en él y esperar en sus cuidados. Si alejamos nuestra
atención o la atención de otras personas a algo que no sea esto estamos
cediendo a la tentación y alejándonos del camino.
Al Señor tu
Dios adorarás, y a él solo servirás, Mateo 4:10. Aquí vemos las últimas tres
estrategias del modelo de resistencia a la tentación.
-
Solidificar nuestro sentido de misión:
este es nuestro motivo principal, nuestro único propósito real de vida,
nuestra verdadera misión: adorar a Dios y servirle.
- Ganar
perspectiva: no la perspectiva de estar en un monte alto, y ver todos los
reinos del mundo y la gloria de ellos. La tentación nos hace creer que esto es
nuestro. La perspectiva correcta es entender que todo pertenece a Dios: no es
mi trabajo, no es mi familia, no son mis hijos, ni siquiera es mi iglesia.
Todos estos reinos son de Dios, el sustenta todo esto, él lo sostiene, él lo
da.
- Estar
preparados para entrar en nuestra vocación: todo lo que hacemos, por más
sencillo que parezca, es una oportunidad que Dios nos da para servirlo. Le
servimos cuando hacemos bien nuestro trabajo, como obreros que no tienen de que
avergonzarse.
En el
relato de Lucas de este evento, nos dice que “cuando el diablo hubo acabado
toda tentación, se aparto de él, de Jesús, por un tiempo”.
¿Cuánto
tiempo pasará antes de que estemos otra vez en el desierto de la prueba y nos
llegue nuevamente la tentación de olvidarnos de nuestra identidad como hijos e
hijas de Dios?
Tal vez no
mucho. Tal vez la tentación esté ahora en nuestras mentes, es ahí donde el
engaño llega primero. Pero recordemos que todo lo que necesitamos saber para
enfrentar esa tentación ya “está escrito”.
Tres veces
respondió Jesús con esas palabras y al hacerlo nos enseña que no es nuestra
lucha, que no tenemos que fracasar en la prueba, que no tenemos que ceder a la
tentación.
Como nos lo recuerda Pablo, “ustedes
no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden
ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que
pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará
también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla”. 1 Corintios
10:13
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