domingo, 31 de marzo de 2019

La Palabra de Reconciliación

Cuentan por ahí que una vez un miembro de la tribu Piaroa, que es una tribu indígena de Venezuela cuyos miembros tienen fama de vivir en completa igualdad y de forma pacífica, excepto el de esta historia, se presentó furioso ante un anciano de la tribu para informarle que estaba decidido a tomar venganza de un enemigo que lo había ofendido gravemente. ¡Quería ir inmediatamente y matarlo sin piedad!

El anciano lo escuchó atentamente y luego le propuso que fuera a hacer lo que tenía pensado, pero antes de hacerlo llenara su pipa de tabaco y la fumara con calma al pie del árbol sagrado del pueblo.

El hombre cargó su pipa y fue a sentarse bajo la copa del gran árbol. Tardó una hora en terminar la pipa. Luego sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el anciano para decirle que lo había pensado mejor, que era excesivo matar a su enemigo pero que sí le daría una paliza memorable para que nunca se olvidara de la ofensa.

Nuevamente el anciano lo escuchó y aprobó su decisión, pero le ordenó que, ya que había cambiado de parecer, llenara otra vez la pipa y fuera a fumarla al mismo lugar. También esta vez el hombre cumplió su encargo y gastó media hora meditando.

Después regresó a donde estaba el anciano y le dijo que consideraba excesivo castigar físicamente a su enemigo, pero que iría a echarle en cara su mala acción y le haría pasar vergüenza delante de todos. Como siempre, fue escuchado con bondad, pero el anciano volvió a ordenarle que repitiera su meditación como lo había hecho las veces anteriores. 

El hombre medio molesto, pero ya mucho más sereno se dirigió al árbol centenario y allí sentado fue convirtiendo en humo, su tabaco y su enojo. Cuando terminó, volvió al anciano y le dijo: "Pensándolo mejor veo que la cosa no es para tanto. Iré donde me espera mi agresor para darle un abrazo. Así recuperaré un amigo que seguramente se arrepentirá de lo que ha hecho". El anciano le regaló dos cargas de tabaco para que fueran a fumar juntos al pie del árbol, diciéndole: "Eso es precisamente lo que tenía que pedirte, pero no podía decírtelo yo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras tú mismo".

Como el anciano de esta historia muchas personas creen en el poder de la reconciliación.

Todos anhelamos que algún día despertemos y las noticias que escuchemos ya no sean las de pobreza, enfermedad, opresión o guerras. 

Este es el sueño de muchas personas en diferentes generaciones, pero hoy más que nunca muchos esperamos que llegue un nuevo mundo, en el cual lo bueno no sea solamente un sueño.

El Apóstol Pablo estuvo animado por esta misma visión. Pero la gran diferencia es que Pablo la visualizó a nivel espiritual y la presenta como una realidad que se está llevando a cabo. 

El proceso de convertir la visión de la reconciliación en una realidad es, como veremos, mucho más sencillo y más saludable que fumarse tres pipas de tabaco bajo un árbol sagrado.

Pablo escribe en 2 Corintios 5:17-21: “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos encargó el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. 

A través de estos versículos Pablo no solamente nos dice acerca de la posibilidad de un mundo nuevo que empieza en nuestra propia vida, pero nos explica también cómo es que eso puede ocurrir. 

El Apóstol nos dice que la reconciliación con Dios a través de Jesucristo abre la posibilidad, para que el mundo, nuestro propio mundo para empezar, sea distinto. 

La primera lección que se desprende de este pasaje bíblico es que la reconciliación es necesaria si queremos que “las cosas viejas pasen”.  El mundo está lleno de “cosas viejas” que hacen que esta declaración sea obvia: conflictos étnicos y terrorismo, guerras, crisis políticas y económicas. En situaciones como estas, la reconciliación es una urgencia.

Pero hay otras formas de hostilidad que ameritan la reconciliación: pleitos entre compañeros de trabajo o conflictos sin resolver dentro de las familias que han producido el distanciamiento entre sus miembros.

El interés de Pablo está en la reconciliación entre el pecador y Dios. Logrando reconciliar esta relación, el cambio puede llegar a todas las otras áreas de nuestra vida. 
Aunque no se quiera reconocer, en algún momento cada ser humano lucha contra su propio pecado.  Hay conciencia de los errores del pasado y del presente, la esclavitud del pecado hace que la persona tenga miedo y desesperación. En momentos como estos es cuando la reconciliación se hace necesaria.

Por otro lado, la reconciliación es algo que solo Dios puede hacer a favor nuestro.  Sin embargo, Dios quiere que nos convirtamos en embajadores y embajadoras suyas, en representantes por medio de los cuales Dios ruega al mundo que se reconcilien con El. 

El mensaje del Evangelio, la Buenas Nuevas que compartimos como los embajadores y embajadoras del Reino, es anunciar que Dios ha hecho la paz con el mundo. Sin este mensaje de paz no hay evangelio. El pecador está separado de Dios y bajo condenación por causa del pecado y no hay nada que el ser humano pueda hacer por sus propios medios para cambiar esto. Solo cuando estamos bajo la sombra de la Cruz de Cristo, y aceptamos su sacrificio de amor, es que la reconciliación es posible.

Pablo nos enseña también que la reconciliación es costosa. A nivel de relaciones, toda reconciliación es costosa. Si es un pleito entre amigos o de pareja solo habrá reconciliación cuando la persona que ha ofendido esté dispuesta a decir: “lo siento, estaba equivocado(a)”; el costo está en tener humildad para hacerlo.  

El costo de la reconciliación de los pecadores con Dios escapa todo cómputo: implicó la muerte de uno que no tenía pecado, como ofrenda por el pecado.

Por último, esta reconciliación debe ser aceptada. Si la reconciliación no se acepta, no puede tener ningún efecto en nosotros. 

Dios actuó en la muerte de Cristo para remover todas las barreras para nuestra reconciliación con él. De parte de Dios ya no hay estorbos, no pongamos nosotros estorbos para esta reconciliación.

Como el anciano de la tribu Piaroa, Dios nos está dando tiempo para que “descubramos por nuestra propia cuenta” que hoy es el tiempo de reconciliarnos con Dios, que hoy es el día de aceptar el ministerio de la reconciliación, y que este es el momento de proclamar la palabra de reconciliación. 

Cuaresma es un tiempo de Reconciliación. Reconciliación contigo mismo y contigo misma, con las personas que te rodean y con Dios. Tú sabes mejor que nadie con quien necesitas reconciliarte. ¡Anímate y hazlo! No dejes pasar esta oportunidad.

Traducción automática de Google

1 comentario:

  1. Paddy Power online casino games: download, registration free
    Paddy Power casino games: download, registration free. Welcome หารายได้เสริม to Paddy Power septcasino online casino games: download, registration free. Welcome to Paddy Power online casino games: kadangpintar

    ResponderBorrar