lunes, 30 de julio de 2018

Hambre de la Plenitud de Dios


¿Se siente usted completo o completa? ¿Tiene momentos en los cuales se siente vacío o vacía? ¿Tiene una sensación de que algo le falta? ¿De que no hay plenitud?

Si estuviéramos hablando de comida, generalmente, esto es lo que sentiríamos si nos sentáramos a la mesa y solo nos sirvieran un plato pequeño de ensalada. Nos quedaríamos vacíos y, por lo tanto, insatisfechos. Solo podemos decir que estamos satisfechos cuando nos sentimos llenos. A esa sensación de llenura le llamamos plenitud.

En su sabiduría, Dios desarrolló en nosotros este deseo por la comida para asegurar nuestra supervivencia. Por eso, aunque hoy me pueda sentir satisfecho, lleno y en plenitud, mañana y pasado mañana, y a lo largo de toda la vida, me volveré a sentir vacío, y estaré en este ciclo de sentir hambre para comer y después sentirme saciado. Y esto es completamente normal y necesario.

Ahora, llevemos esto a nuestra vida laboral, familiar, emocional, o espiritual y hagamos otra vez la misma pregunta con un pequeño giro: ¿Tengo hambre en estas áreas para sentir plenitud, satisfacción y llenura después de satisfacer esa hambre? ¿Tendremos en estas áreas un mecanismo como el del hambre física que nos impulse a saciarnos? Lo hay, pero a veces no lo usamos.

Jesús dijo que aquellas personas que tuvieran hambre y sed de justicia serían muy felices porque Dios las saciaría, les daría plenitud, las haría sentirse llenas y satisfechas.

Muchas personas se han acostumbrado tanto a las experiencias negativas de sus vidas, o al dolor o al sufrimiento, que se han olvidado de sentir hambre y sed de justicia.

Ya no quieren, o no pueden, o no saben, cómo sentir hambre de lo de lo que es justo para ellos o para los demás; ya no anhelan, ya no anticipan, ya no sueñan, ya no esperan, creen que ya no merecen. Y al no sentir hambre, no pueden sentirse llenos, satisfechos y en plenitud, porque ya no hay nada que saciar.

¿Cómo podemos tener hambre en todas las áreas de nuestras vidas y poder experimentar la plenitud de Dios, la sensación de que Dios nos sacia, nos llena en cada una de esas áreas?

Efesios 3:14-21 nos ofrece cuatro formas de hacerlo


1. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido ser fortalecido con poder en el hombre interior: Pablo reconoce que dependiendo de la condición en la que se encuentre el hombre interior, así será el triunfo o el fracaso en la vida de los creyentes. Un ser interior fortalecido asegura una vida de victoria y de entusiasmo. La oración significa: dame fuerzas desde adentro, desde donde está lo que verdaderamente soy con todos mis temores y vergüenzas, traumas y vivencias, luz y oscuridad, recuerdos y experiencias, y desde allí dame tu plenitud para extenderme a lo ancho, a lo largo, a lo alto y a lo profundo.


2. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que habite Cristo por la fe en mi corazón: por medio de la fe podemos recibir la presencia total de Cristo en nosotros pudiendo así vivir una vida fortalecida y llena de las riquezas de Dios. Orar así busca hacernos sentir hambre de que los pensamientos de Cristo llenen mis pensamientos, de que su mente sea mi mente. Y con estos nuevos pensamientos, ensanchar mi mente, pensamientos anchos, largos, altos y profundos, sin limitaciones, totalmente libres. No esos pensamientos que nos limitan, que nos estancan, que estorban nuestro crecimiento, mentiras que nos hemos creído y que lo único que hacen es llenar nuestra mente de todo menos de lo que realmente es importante, Cristo.

3. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que esté arraigado y cimentado en el amor: A través del amor es que podemos dejar de ser egoístas. El egoísmo es la fuente de donde se nutre la rebeldía que nos hace pecar. Pero las raíces y los cimientos nos hablan de la profundidad a la que debe llegar la realidad del amor en nosotros: a nuestro corazón. Un corazón lleno de amor se reflejará externamente en una vida que se asemeja más a la vida de Cristo en servicio, misericordia y demás frutos del Espíritu. Las raíces se refieren al hecho de que somos labranza de Dios, somos el campo de cultivo de Dios, y el desea que echemos raíces y que crezcamos. El cimiento se refiere a que somos edificados por Dios, con bases fuertes y con materiales de construcción apropiados. En estas dos imágenes vemos claramente la revelación de las dimensiones de Dios mencionadas en Efesios 3:18. La semilla es sembrada y empieza a crecer en profundidad y después en altura, las dimensiones verticales. Luego continúa creciendo en anchura y a lo largo, con ramas extendidas y gruesas, las dimensiones horizontales.
Lo mismo sucede con el edificio. Se ponen las bases el cimiento, que debe ser profundo para que sostenga el peso. Ladrillo a ladrillo o tabla a tabla el edificio va adquiriendo altura, y se expande a lo ancho y a lo largo, y la obra se completa y cumple su propósito.

4. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que comprenda y conozca la plenitud y el amor de Cristo en todas sus dimensiones: al conocer la plenitud y el amor de Dios en todas sus dimensiones podremos ofrecer nosotros también un amor en esas dimensiones: sin prejuicios, sin limitaciones, sin reservas, y sin contemplaciones. El amor de Dios solo se lo puede conocer cuando lo experimentamos amando.
Este último punto es un ejemplo de un área específica de nuestra vida a la cual tenemos que llevar la plenitud de Dios.

En el pasaje se mencionan otras áreas que pueden conocerse también desde la plenitud de Dios: sus riquezas en gloria, la fortaleza del ser interior, la fe, el conocimiento, la plenitud de Dios, la abundancia, el poder.

¿Cómo se verían nuestras familias con la plenitud de Dios? ¿Cuáles serían las perspectivas que harían que nuestras familias se sientan satisfechas, llenas, saciadas?

¿Cómo sería mi vida con la plenitud de Dios? ¿Cuáles serían las perspectivas que harían que me sintiera satisfecho, lleno, saciado?
Meditemos en estas preguntas y permitamos que la plenitud de Dios empiece a manifestarse completamente en nosotros.