La profecía
de Hageo 2:1-9 no es solo una historia sobre la reconstrucción de un templo en el año
520 a.C., sino que es un desafío para construir o reconstruir
nuestras vidas, los templos de Dios, según la voluntad de Dios hoy. ¿Construir
o destruir? ¿Qué eliges?
La
reconstrucción de nuestras vidas según la voluntad de Dios requiere atender su
palabra, su voz, el llamado, Hageo 2:1-2
Dios
empieza a obrar en nuestras vidas a través de su palabra: “vino palabra,
diciendo, habla”. El mensaje de Dios no es al aire, a las piedras o a los
edificios. El mensaje de Dios es a las personas y Él nos conoce por nombre.
En los
versículos 1 y 2 se nos presentan 5 personajes a los que Dios habla: Hageo,
Zorobabel, Salatiel, Josué y Josadac. Escritos así, estos nombres no nos dicen
mucho, pero si vemos el significado de estos nombres podemos entender que Dios
nos incluye y podemos ver la acción de Dios que reconstruye nuestras vidas
según su voluntad: “Dios llama a una celebración a la persona que ha salido
de Babilonia y que ha pedido a Dios que muestre su salvación y su
justicia”.
¿Podemos ver nuestras propias vidas aquí? Yo soy esa persona,
tú eres esa persona, que ha recibido un llamado profético a celebrar,
porque ha salido de Babilonia, de la confusión, del error, del pecado,
cuando pidió a Dios que le mostrara su salvación y su justicia.”
Es Dios el
que habla primero y nos toca responder a ese llamado, pues no hay
reconstrucción sin llamado.
La
reconstrucción de nuestras vidas según la voluntad de Dios requiere conectarnos
a su visión, Hageo 2:3
Hubo un
templo que muchos pudieron ver en su gloria primera pero que ahora había
quedado como nada. Se refiere al templo de Salomón construido en el año 925
a.C. y destruido en el año 587 a.C. Reconstruido nuevamente en el año 520 a.C.
y destruido nuevamente en el año 70 d.C.
De este templo solo queda hoy un muro,
el muro de los lamentos. Un templo en ruinas simboliza una vida en ruinas. Ayer,
nuestras vidas estaban destruidas y Dios nos reconstruyó. Hoy nuestras vidas
pueden estar en pie, mañana pueden estar caídas, y Dios conoce todo esto y Dios
puede evitar todo esto.
Esto es lo que significa el Salmo 127:1 “Si Jehová no
edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Ver el paso del
tiempo desde la perspectiva de Dios es encomendar a El nuestro ser. Es no vivir
estancados en el pasado, ni estancados en el presente ni con temor del futuro
sino vivir bajo la visión de Dios.
No hay reconstrucción sin visión.
La
reconstrucción de nuestras vidas según la voluntad de Dios requiere hacer lo
que Él nos pide, Hageo 2:4
Estancarse
en el tiempo es no hacer nada. Es ver pasar los días y con ellos la vida y no
hacer nada. Es ver en ruinas nuestro templo, nuestra vida, y no hacer nada. Pero
esta no es la voluntad de Dios para nosotros.
Construir o reconstruir la vida
requiere que atendamos a los llamados a la acción que nos hace Dios. Entendemos
que la salvación no es por obras, solo el amor de Dios puede salvarnos. Pero
entendemos también que Dios nos pide que cuidemos de nuestra salvación con
temor y temblor. Dios quiere que llevemos esa salvación a todas las áreas de
nuestra vida.
En este versículo 4 se nos explica en qué consiste ese cuidado “Zorobabel
hijo de Salatiel, tú que has salido de Babilonia y que has pedido a Dios,
esfuérzate. Josué hijo de Josadac, tú que afirmas que Dios salva y que Dios es
justo, esfuérzate. Pueblo todo de la tierra, anímense”.
Dios nos pide doble
esfuerzo, ánimo y trabajo. Imaginemos lo que será nuestra vida, lo que serán
nuestros hogares, nuestra relación de pareja, la relación con nuestros hijos o
hijas, en la iglesia, el trabajo o en el vecindario si nos esforzamos el doble,
si nos animamos y si trabajamos para construir o reconstruir lo que se ha roto.
No hay
reconstrucción sin acción.
La
reconstrucción de nuestras vidas según la voluntad de Dios es aceptar las
promesas de Dios, Hageo 2:5-9
Dios sabe
que toda acción requiere motivación para que perseveremos, aunque a veces se
nos acaben las fuerzas.
En los versículos 5-9 se nos da una lista de las
promesas que Dios nos ofrece para que perseveremos: Su Espíritu en medio de
nosotros para quitarnos el temor; su poder que hace temblar los cielos y la
tierra; su Hijo, el Deseado, que llena nuestra vida con su gloria; las riquezas
abundantes de su gloria (representados por el oro y la plata); grandes posibilidades (la gloria postrera
mayor que la primera); y su paz que transforma.
Esto es lo que Dios se
compromete a hacer en nuestras vidas cuando hacemos nuestra parte. Y es por
medio de la fe, que podemos entender y aceptar estas promesas.
No hay reconstrucción
sin fe.