domingo, 9 de septiembre de 2018

El milagro que abre los oídos y suelta la lengua



El Apóstol Marcos nos presenta en su evangelio la historia de un hombre sordo y tartamudo que recibió una oportunidad de parte de Jesús para poder oír y hablar nuevamente.
Imaginemos que esa persona somos cada uno de nosotros y mientras meditamos en las cinco características de este milagro, preguntémonos, ¿qué he dejado de oír y qué he dejado de hablar? ¿De qué manera puede Dios abrir esto que he cerrado?

El milagro que abre los oídos y suelta la lengua empieza en Decápolis.
Primeramente, el apóstol Marcos nos dice que en su camino de regreso a Galilea después de estar en las tierras de Tiro y Sidón, Jesús pasó por la región de Decápolis, la región de las diez ciudades, cuya población era mayormente de origen griego.
La referencia a este dato geográfico es importante porque nos indica primeramente el interés de Jesús por las ovejas del otro redil que el dijo que tenía, refiriéndose a los no judíos.
Esto nos enseña también que Dios no hace acepción de personas y que todo ser humano merece la oportunidad de la salvación.
En alguna de estas 10 ciudades Jesús está por realizar un milagro a favor de un no judío, un pagano, como le llamaban en aquellos tiempos, un inconverso, un incrédulo, diríamos actualmente.
Decápolis representa la condición necesaria para que el milagro de Dios ocurra: llegar a un punto donde los caminos se cruzan, donde hay 1, 2 o 10 intersecciones y el rumbo se pierde, y no se sabe adónde más ir.
Otra forma de entender a Decápolis es que cuando Dios realiza un milagro el efecto de este alcanzará 1, 2 o 10 direcciones.
Recordemos que todo milagro tiene un significado espiritual y cuando leamos acerca de un milagro realizado por Jesús tengamos presente que hay otros milagros que están ocurriendo o que ocurrirán al mismo tiempo, no solo a la persona que recibe el milagro, sino también a los que presenciaron el milagro o a quienes leamos acerca de esos milagros.
La obra de Dios siempre es completa y cada vez que El haga algo en favor de otros dejemos que la acción divina toque también nuestro corazón.
Cuando Dios libre de la cárcel a un preso, pensemos en nuestras propias cárceles y pidámosle a Dios que nos libre de ellas.
Cuando Dios sane un cuerpo enfermo, pidamos también por nuestras propias heridas, aún esas que no son externas.
Todo milagro es en cierta manera colectivo, y tengamos esto siempre presente en nuestras peticiones a Dios. Lo que pidamos a Dios siempre tendrá un efecto en otros, además de nosotros.
Tal vez por esta razón es que el hombre de la historia no viene a Jesús por su cuenta, sino que es traído por otros.

El milagro que abre los oídos y suelta la lengua se produce cuando aceptamos los métodos de Dios para responder
Marcos describe la condición de la persona que necesitaba la intervención de Dios diciendo que era sordo y tartamudo. Espiritualmente representa a las personas que tienen dificultad para acercarse a Dios. Si la Fe es por el oír de la Palabra, ¿cómo podremos desarrollar la fe si no podemos oír? Y si con la boca se confiesa para salvación, ¿cómo podremos confesar si no podemos hablar?
Dios siempre estará dispuesto a hacer un primer milagro en la vida del incrédulo si es “sordo y tartamudo”, aunque oiga y hable físicamente, para que pueda oírlo y pueda confesarlo.
Lo único de lo que debemos tener cuidado es de no decirle a Dios la forma en la que tiene que hacerlo.
Las personas que trajeron al sordo tartamudo le rogaron a Jesús que le pusiera la mano encima.
Esto era quizá lo que habían escuchado que Jesús hacía cuando sanaba y pensaron que era la única forma en que Dios podía sanar.
No limitemos el poder de Dios pensando que El tiene que actuar de la forma en que nosotros creemos que debo hacerlo.
Dios es infinitamente sabio y sus formas son siempre únicas.
Por esto es que Jesús no sanó a esta persona poniendo encima de él su mano.

El milagro que abre los oídos y suelta la lengua es siempre personal y único
Dios siempre obra de una forma personal en nuestro corazón tomando en cuenta todas nuestras experiencias de vida. El sana el cuerpo y sana también el alma, el corazón, la mente.
Imaginemos a este hombre tratando de explicarle con señas a Jesús lo que le estaba pasando. Se metía sus propios dedos en sus oídos y se tocaba su lengua: “no puedo oír, no puedo hablar”.
Lo imaginamos avergonzado, preocupado de las burlas y las críticas de los demás, evitando mirar alrededor para no darse cuenta de las actitudes burlonas de otros por sus limitaciones.
En este punto de la historia la acción de Jesús es sin palabras, completamente en silencio, que era el lenguaje del hombre que estaba ante él.
Con un amor infinito Jesús lo lleva aparte, fuera de las burlas, de las críticas y del desprecio de los demás, como diciéndole: “mi amor por ti es total, yo no te desprecio, yo te acepto tal y como eres”.
Cuando sentimos esto en nuestro corazón por una persona que sufre, tampoco necesitaremos palabras para expresarlo y la otra persona no necesitará oírlo para entenderlo. Aunque nunca la hayan amado sentirá el amor.
Después de llevarlo aparte Jesús hace algo otra vez único para esta persona: mete sus dedos en los oídos del hombre, escupe y le toca la lengua.”
Sin el toque de Dios en nuestros oídos nunca podremos oírle, sin el toque de Dios en nuestra lengua nunca podremos confesarlo.
Con su gesto es como si Jesús le hubiera dicho: “Hombre, te toco tus oídos y tu lengua, y al hacerlo te declaro mi poder.”
Aunque el hombre aun externamente no escuchaba ni hablaba, podemos imaginar que internamente su corazón ya había experimentado el milagro de los gestos y desde adentro surgía una oración: “Señor, abre mis oídos, ayúdame a oírte aún cuando haya muchos que prefieran cerrar sus oídos a ti. Señor, abre mi boca, ayúdame a confesarte aún cuando el silencio de otros acerca de tus obras sea tan evidente.”
¿Sería el versículo 34 la respuesta de Jesús a esta oración?

El milagro que abre los oídos y suelta la lengua es la respuesta de Dios
Jesús levanta sus ojos al cielo, para indicar que de Dios es quien proviene toda respuesta; su gemido o suspiro es una forma de identificarse con el dolor de los demás  y su palabra en arameo “efata” que significa “ábrete” era su mandato directo a los oídos y a la lengua del hombre como un reflejo de su autoridad, pues como dice el apóstol Juan “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Juan 1:3)
Esto incluye nuestros oídos y nuestra lengua, que responden a su voz.

El milagro que abre los oídos y suelta la lengua tiene un gran alcance
El relato de Marcos empieza con un hombre que no podía oír ni hablar y termina con unas personas que no podían dejar de hablar y no querían oír para no cumplir el mandato de callar.
Esto es lo que debe ocurrir después de la acción de Dios en nuestras vidas: no podemos dejar de anunciar la acción de Dios para que el milagro que abre los oídos y suelta la lengua tenga un gran alcance y toque la vida de otras personas.

Cuando nuestros oídos son abiertos y se desata la ligadura de la lengua podemos lograr “Que nuestras bocas declaren al mundo, cantando y orando, que en Dios es en quien confiamos. ¡Aleluya! Dios permanece para siempre.”

lunes, 30 de julio de 2018

Hambre de la Plenitud de Dios


¿Se siente usted completo o completa? ¿Tiene momentos en los cuales se siente vacío o vacía? ¿Tiene una sensación de que algo le falta? ¿De que no hay plenitud?

Si estuviéramos hablando de comida, generalmente, esto es lo que sentiríamos si nos sentáramos a la mesa y solo nos sirvieran un plato pequeño de ensalada. Nos quedaríamos vacíos y, por lo tanto, insatisfechos. Solo podemos decir que estamos satisfechos cuando nos sentimos llenos. A esa sensación de llenura le llamamos plenitud.

En su sabiduría, Dios desarrolló en nosotros este deseo por la comida para asegurar nuestra supervivencia. Por eso, aunque hoy me pueda sentir satisfecho, lleno y en plenitud, mañana y pasado mañana, y a lo largo de toda la vida, me volveré a sentir vacío, y estaré en este ciclo de sentir hambre para comer y después sentirme saciado. Y esto es completamente normal y necesario.

Ahora, llevemos esto a nuestra vida laboral, familiar, emocional, o espiritual y hagamos otra vez la misma pregunta con un pequeño giro: ¿Tengo hambre en estas áreas para sentir plenitud, satisfacción y llenura después de satisfacer esa hambre? ¿Tendremos en estas áreas un mecanismo como el del hambre física que nos impulse a saciarnos? Lo hay, pero a veces no lo usamos.

Jesús dijo que aquellas personas que tuvieran hambre y sed de justicia serían muy felices porque Dios las saciaría, les daría plenitud, las haría sentirse llenas y satisfechas.

Muchas personas se han acostumbrado tanto a las experiencias negativas de sus vidas, o al dolor o al sufrimiento, que se han olvidado de sentir hambre y sed de justicia.

Ya no quieren, o no pueden, o no saben, cómo sentir hambre de lo de lo que es justo para ellos o para los demás; ya no anhelan, ya no anticipan, ya no sueñan, ya no esperan, creen que ya no merecen. Y al no sentir hambre, no pueden sentirse llenos, satisfechos y en plenitud, porque ya no hay nada que saciar.

¿Cómo podemos tener hambre en todas las áreas de nuestras vidas y poder experimentar la plenitud de Dios, la sensación de que Dios nos sacia, nos llena en cada una de esas áreas?

Efesios 3:14-21 nos ofrece cuatro formas de hacerlo


1. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido ser fortalecido con poder en el hombre interior: Pablo reconoce que dependiendo de la condición en la que se encuentre el hombre interior, así será el triunfo o el fracaso en la vida de los creyentes. Un ser interior fortalecido asegura una vida de victoria y de entusiasmo. La oración significa: dame fuerzas desde adentro, desde donde está lo que verdaderamente soy con todos mis temores y vergüenzas, traumas y vivencias, luz y oscuridad, recuerdos y experiencias, y desde allí dame tu plenitud para extenderme a lo ancho, a lo largo, a lo alto y a lo profundo.


2. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que habite Cristo por la fe en mi corazón: por medio de la fe podemos recibir la presencia total de Cristo en nosotros pudiendo así vivir una vida fortalecida y llena de las riquezas de Dios. Orar así busca hacernos sentir hambre de que los pensamientos de Cristo llenen mis pensamientos, de que su mente sea mi mente. Y con estos nuevos pensamientos, ensanchar mi mente, pensamientos anchos, largos, altos y profundos, sin limitaciones, totalmente libres. No esos pensamientos que nos limitan, que nos estancan, que estorban nuestro crecimiento, mentiras que nos hemos creído y que lo único que hacen es llenar nuestra mente de todo menos de lo que realmente es importante, Cristo.

3. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que esté arraigado y cimentado en el amor: A través del amor es que podemos dejar de ser egoístas. El egoísmo es la fuente de donde se nutre la rebeldía que nos hace pecar. Pero las raíces y los cimientos nos hablan de la profundidad a la que debe llegar la realidad del amor en nosotros: a nuestro corazón. Un corazón lleno de amor se reflejará externamente en una vida que se asemeja más a la vida de Cristo en servicio, misericordia y demás frutos del Espíritu. Las raíces se refieren al hecho de que somos labranza de Dios, somos el campo de cultivo de Dios, y el desea que echemos raíces y que crezcamos. El cimiento se refiere a que somos edificados por Dios, con bases fuertes y con materiales de construcción apropiados. En estas dos imágenes vemos claramente la revelación de las dimensiones de Dios mencionadas en Efesios 3:18. La semilla es sembrada y empieza a crecer en profundidad y después en altura, las dimensiones verticales. Luego continúa creciendo en anchura y a lo largo, con ramas extendidas y gruesas, las dimensiones horizontales.
Lo mismo sucede con el edificio. Se ponen las bases el cimiento, que debe ser profundo para que sostenga el peso. Ladrillo a ladrillo o tabla a tabla el edificio va adquiriendo altura, y se expande a lo ancho y a lo largo, y la obra se completa y cumple su propósito.

4. Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que comprenda y conozca la plenitud y el amor de Cristo en todas sus dimensiones: al conocer la plenitud y el amor de Dios en todas sus dimensiones podremos ofrecer nosotros también un amor en esas dimensiones: sin prejuicios, sin limitaciones, sin reservas, y sin contemplaciones. El amor de Dios solo se lo puede conocer cuando lo experimentamos amando.
Este último punto es un ejemplo de un área específica de nuestra vida a la cual tenemos que llevar la plenitud de Dios.

En el pasaje se mencionan otras áreas que pueden conocerse también desde la plenitud de Dios: sus riquezas en gloria, la fortaleza del ser interior, la fe, el conocimiento, la plenitud de Dios, la abundancia, el poder.

¿Cómo se verían nuestras familias con la plenitud de Dios? ¿Cuáles serían las perspectivas que harían que nuestras familias se sientan satisfechas, llenas, saciadas?

¿Cómo sería mi vida con la plenitud de Dios? ¿Cuáles serían las perspectivas que harían que me sintiera satisfecho, lleno, saciado?
Meditemos en estas preguntas y permitamos que la plenitud de Dios empiece a manifestarse completamente en nosotros.


domingo, 22 de abril de 2018

Como desarrollar un amor ejemplar



1 de Juan 3:16-24 nos presenta, a través de cinco pasos, el reto de desarrollar un amor ejemplar imitando el modelo del amor de Jesús por nosotros. 
Presione -->aquí<-- para descargar una plantilla de trabajo para el Reto del Amor Ejemplar. 
Un video de la presentación completa se encuentra ->aquí<-

1.- Amamos de una forma ejemplar cuando imitamos el modelo original, 1 Juan 3:16
“En esto hemos conocido el amor, en que él, [Jesús], puso su vida por nosotros, también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.”

Un amor basado en el modelo de Jesús es un amor de renuncia, de entrega, aún de la propia vida, ser capaces de poner nuestra propia vida por amor a otros.

A estos otros, el Apóstol Juan les llama nuestros “hermanos”. Y cuando estemos dispuestos a dar nuestra propia vida en beneficio de nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros cónyuges, estaremos siguiendo el ejemplo de Jesús que sin ninguna reserva se dio a sí mismo en rescate de muchos.

2.- Amamos de forma ejemplar cuando abrimos el corazón a las necesidades de otras personas. 1 Juan 3:17
“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?”

Tener bienes de este mundo podemos entenderlo también no solo como las posesiones materiales sino como todo aquello que el mundo valore o que sea importante. 

De acuerdo a Abraham Maslow, los seres humanos tenemos 5 clases diferentes de necesidades que deben ser saciadas: necesidades físicas (alimento, abrigo, una casa), necesidades de seguridad (orden, estabilidad, protección, apoyo, un empleo), necesidades de pertenencia (una relación, un hogar, ser parte de algo, casarse, tener una familia, padres, pareja); necesidades de reconocimiento (atención, buen trato, cosas que eleven la autoestima y la moral propia, confianza, reputación) y necesidades de autorrealización (desarrollo de lo interno, los valores, la espiritualidad, el propósito en la vida). 

Saber cómo suplir estas necesidades es tener bienes de este mundo. Cerrar el corazón al hermano en necesidad puede significar que no tenemos interés en como suplir todas estas necesidades, o que no sabemos cómo suplirlas para no hacemos nada para aprender cómo hacerlo.

3. Amamos de una forma ejemplar cuando presentamos el amor con palabras y lo materializamos con acciones. 1 Juan 3:18
“Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

El texto no implica que usted no comunique el amor que siente por los suyos. Las palabras son importantes. Lo que el texto implica es la necesidad de materializar esas palabras de una forma concreta.

Presentar el amor con palabras es por ejemplo decirle a una persona significativa en nuestra vida: tú eres muy importante en mi vida, y te amo con un amor muy profundo.  

Pero amar de hecho y en verdad es materializar esas palabras de amor, es demostrar esa importancia y esa profundidad de una manera concreta, con un acto de amor que confirme eso y no que lo contradiga.

Si una persona es importante para mí le dedicaré tiempo, le atenderé, le escucharé, le prestaré atención, me interesaré por sus problemas y le ayudaré a encontrar soluciones.

Si amo a alguien de una forma profunda no le dejaré en abandono cuando soplen malentendidos, diferencias de opinión o contradicciones.

La profundidad del amor sostiene todo esto y lo vence. La verdad del amor, y amar de verdad, es que a pesar de que se presenten situaciones que amenacen ese amor, este permanecerá.

4.- Amamos de una forma ejemplar cuando amamos con una conciencia tranquila. 1 Juan 3:19-21
“Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios.”

Amar con un corazón que no nos reprenda, o sea, amar con una conciencia tranquila, significa que no tendremos culpas, que no sentiremos vergüenza delante de Dios, delante de uno mismo, o delante de las demás, porque nuestros actos de amor serán realmente actos de amor y no de manipulación, de sacar provecho de otros, de obtener beneficios para nuestra vida sin importarnos el bienestar de los demás.

Una vez que la falsedad mancha el amor, habremos sustituido el amor por el odio, por la indiferencia, o por la apatía. Ninguno de estos actos son actos de amar.

Estar con la conciencia limpia delante de Dios significa que hemos analizado nuestros motivos al amar a los demás y hemos sacado todo aquello que tenga apariencia de amor.

5.- Amamos de una forma ejemplar cuando convertimos el amor en un mandamiento y no en un sentimiento, 1 Juan 3:22-24
y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él. Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.”

Amar solo por sentimiento nos puede dejar con una sensación de vacío cuando ese amor no es correspondido o cuando la otra persona no responde a nuestro afecto con la misma intensidad.

Hacer del amor un mandamiento nos conectará con la voluntad de Dios que es amarlo a El y creer en su Hijo y que nos amemos unos a otros.

Esto es lo que a Dios le agrada y El promete que al obedecerlo abriremos una puerta para su bendición en nuestra vida. Dios se encargará de que el amor que expresamos no vuelva vacío y como Dios es el pone el querer como el hacer en los corazones, el hará que la otra persona sienta y haga esto mismo y entonces el círculo del amor se completará.

Cuando usted ama sin esperar nada a cambio, sea esto reconocimiento, gratitud, aprecio, respeto, aceptación o valoración, tendrá la capacidad de amar en profundidad, siguiendo el modelo de Cristo y permaneciendo en Dios y Dios en usted.

La bendición que viene después es que Dios hará que los demás respondan a su amor con gratitud, con aprecio, con respeto, con aceptación o con valoración.

Esto es lo ejemplar de esta clase de amor.