sábado, 26 de noviembre de 2016

A Preguntas Necias, Respuestas Sabias

Texto Bíblico: Juan 13:36-14:14

Oración:

Señor, ayúdanos a abrir el corazón a tu voz viva en la Biblia. Infunde en nosotros la presencia de tu Espíritu. Abre nuestro entendimiento, cambia nuestros puntos de vista, sacúdenos de nuestras seguridades falsas. Enséñanos a confiar sólo en Ti y en tu Palabra. Haznos humildes, aumenta nuestra capacidad de escucha, mantennos atentos a las reflexiones de nuestros hermanos. Ayúdanos a descubrirte en los demás.


Introducción

El “¿y por qué?” tan común de los niños en sus primeros años, desde los 3 hasta los 6 aproximadamente, es un reflejo del interés del ser humano de conocer.

En la infancia la mente de los niños está abierta y todo lo creen, todo lo aceptan y nunca se cansan de preguntar.

Cada respuesta que el adulto le proporciona genera otra pregunta y de esta manera su mundo se ensancha y su mente se expande.

Pero llega un momento en la vida, como adultos, en que creemos tener todas las respuestas y se acaban las preguntas. O por lo menos, dejamos de hacer las preguntas correctas.

Esta actitud es lo que ha dado origen a un pensamiento que alguien escribió que va más o menos así: “a los siete años el hijo dice: "papá es un sabio; todo lo sabe". A los catorce años el hijo dice: "Me parece que mi padre se equivoca en algunas cosas". A los veinte años el hijo dice: "Mi padre está un poco atrasado. No es de esta época". A los veinticinco años el hijo dice: "Mi padre no sabe nada, decididamente está fuera de onda". A los treinta años el hijo dice: "No sé si ir a consultar este asunto con mi padre, tal vez, él podría aconsejarme". A los cuarenta y cinco años el hijo dice: "¡Qué lástima que papá se haya ido!, él me hubiera aconsejado". A los sesenta años el hijo dice: "Pobre mi padre, era un sabio, lástima que lo haya comprendido demasiado tarde".

Para cuando maduramos lo suficiente como para volver a hacer preguntas, en muchos casos los padres ya no están, y las respuestas no llegan.

Pero que reconfortante es descubrir que, para nuestras preguntas, sea que estas se originen por la curiosidad, por las dudas o por la ignorancia, siempre habrá una respuesta que nos llegue en el momento preciso de parte de Dios, nuestro Padre Celestial.

Un pasaje en el Nuevo Testamento nos presenta las preguntas de tres hombres que, aunque habían estado con Jesucristo la mayor parte del tiempo, aparentemente no habían logrado realizar la conexión entre las enseñanzas espirituales que habían recibido y cómo aplicarlas a sus vidas cotidianas.

Sus preguntas fueron motivadas por la ignorancia, pero, desde la perspectiva de Dios, siempre habrá una respuesta sabia, aunque la pregunta sea necia.

Veamos entonces el pasaje en Juan 13:36-14:14

I.- Señor, ¿a dónde vas?, ¿Por qué no te puedo seguir ahora?, Juan 13:36-14:4

Esta pregunta de Pedro es tan necia como estar en el camino y preguntar cuál es el camino. A esta pregunta Jesús responde: Yo soy el camino.

Anteriormente, en el 13:33, Jesús había anunciado su partida y dijo a sus discípulos que adonde él iba, ellos no podían ir.

Esto hace que Pedro formule la primera pregunta: Señor, ¿a dónde vas?

Si una pregunta era válida en ese momento, obviamente no debió haber sido el “¿adónde?” porque se demostraba así la ignorancia espiritual en asuntos en los que el Señor ya les había enseñado.

Los discípulos de Jesús ya debían saber esto, como está escrito en 14:4. Para nosotros la presencia del Espíritu Santo hace claras las intenciones de Jesús.

La luz del Espíritu nos enseña adonde va Jesús cuando nos hace ir por cierto camino que no entendemos y nos prepara para poder seguirlo, aunque nuestra razón nos diga otra cosa.

Porque dónde el Señor va, y donde nos hace ir con él, implicará algunas veces sacrificio para nosotros, renuncia de lo que creemos útil, abandono de esos ideales y deseos humanos que nos alejan del camino.

La pregunta apropiada debió haber sido: “¿por qué no podemos ir? Una pregunta así reflejaría el deseo de un corazón sediento de agradar a Dios, de buscarlo, de aprender algo que le ayude a prepararse para poder ir.

Pero aun así hay que tener cuidado con la forma en que formulamos esta pregunta. Aparentemente, fue la intención de Pedro cuando le dice al Señor: “¿por qué no te puedo seguir?, pero él añade, ¿AHORA?, y después dice: Mi vida daría por ti.

El problema estaba en el ahora de Pedro. El Señor le había respondido que lo seguiría después (13:36), cuando realmente pudiera, cuando estuviera preparado, con poder, con vigor, con fuerza. Esto no es posible para un corazón que aún no tiene la presencia del Espíritu Santo. Esta enseñanza se las dará el Señor más adelante (14:15-19).

Tener intención de hacer lo recto es importante (mi vida pondré por ti, v. 13:37).  Desear cumplir el nuevo mandamiento es indispensable para la vida eterna (v.13: 34-35). Pero amar hasta lo sumo, como se dice de Jesús en 13:1, no está dentro de la capacidad de las fuerzas humanas, si no se tiene el poder del Espíritu Santo. A este Pedro sin fuerza, sin vigor, sin el poder del Espíritu Santo, es a quien el Señor tiene que profetizar lo que está escrito en 13:38

Posteriormente, en los versículos 14:1-4 Jesús da seguridad al corazón de los discípulos quienes probablemente tomaron las palabras de Jesús a Pedro como una bofetada para la propia fe de ellos.

No basta solo con decir que pondremos nuestra vida por Jesús, eso suena muy lindo, pero, ¿cómo lo demostramos en nuestro diario caminar?

- sin turbación en el corazón, no se turbe vuestro corazón, Juan 14:1

- haciendo de Jesús el verdadero Dios en nuestra vida, creéis en Dios, creed también en mí, Juan 14:1

- aceptando el lugar que Jesús nos prepara en la casa de Dios, como moradas, refugios, lugares de descanso mientras transitamos por la vida, Juan 14:2 “En la casa de mi Padre muchas moradas hay”

- preparando nuestro corazón para la venida espiritual de Jesús que quiere llevarnos adonde el está, llenándonos con su presencia mientras vamos por la vida., Juan 14:3

Pero esto provocó que surgiera la segunda pregunta, esta vez formulada por Tomás, quien es visto como el tipo de persona que demanda pruebas tangibles y definiciones precisas, pero que es tan ignorante como Pedro mismo.

II.- Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber el camino?, Juan 14:5-7

La necedad de esta pregunta de Tomás está en decir que no sabe la verdad que se le había enseñado. A esta pregunta Jesús responde: Yo soy la Verdad

Tan malo como no saber adonde es que va el Señor, es no poder ver en El, el camino que necesitamos seguir.

De labios de un incrédulo esta pregunta es aceptable. Solo estas personas no conocen el camino, no saben cómo llegar a Dios. Lo intentan a través de la razón, de las buenas obras, de una moralidad vacía pero nunca llegan al destino esperado.

Haber visto a Jesucristo era haber visto a Dios, pues Jesús es Dios. Por esto es que el Señor pudo decir: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.

“Sin el camino, no hay viaje; sin la verdad, no hay conocimiento; sin la Vida, no hay existencia. Yo soy el camino que tú debes seguir; la Verdad que debes creer; la Vida que debes esperar. Yo soy el camino inviolable, la Verdad infalible, la Vida sin fin. Yo soy el camino que es más recto, la verdad que es más sublime, la vida que es verdad, la vida bendita, la vida no creada. Si permaneces en mi camino, conocerás la Verdad, y la verdad te hará libre, y estarás seguro en la vida eterna”. Tomás de Kempis en la Imitación de Cristo.

El problema con Tomás, y es el mismo problema de muchos, es que no llegaron realmente a conocer a Jesús,

Una vez ido el Maestro es que recién empezaron a entender el mensaje que como Dios les había impartido.

Dios permita que no seamos incluidos en la lista de aquellos que le amaron pero que no le conocieron.

La aseveración de Jesús de que los discípulos debieran haber ya conocido al Padre hizo que Felipe hiciera una súplica especial. No es una pregunta pero hace generar una pregunta en los lectores: “¿cómo es que puede haber gente tan pero tan….?

III.- Señor, muéstranos el Padre, y nos basta, Juan 14:8-14

Esta pregunta es necia porque a Felipe la vida le había sido dada en Jesucristo, pero todavía buscaba ser satisfecho. A esta pregunta Jesús responde: Yo soy la vida

El cuadro que se presenta aquí es muy patético. La reprimenda de Jesús así lo demuestra: “Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y no me has conocido?”

Dos cosas nos llevan a conocer al Padre a través de Jesucristo:

- sus palabras: no debemos desatender las palabras que Jesús nos habla

- sus acciones, sus obras: las obras de Jesús son manifestadas a la humanidad entera pero también son obras que realiza individualmente en nosotros

Las declaraciones de Jesús en los versículos 12 al 14 sirven como base para demostrar que las obras son secundarias y que lo primordial es la fe en El por lo que El es, más que por lo que El hace.

Felipe había dicho al Señor: muéstranos al Padre y nos basta, dando a entender que quedarían satisfechos.

Pero las palabras de Jesús a él son una afirmación de que la verdadera satisfacción, la vida plena, solo se produce cuando tenemos una fe activa en Jesucristo.

Esta fe debe ser tan activa que nos debe llevar a obras mayores, no mayores en importancia sino en cantidad.

No hay mayor obra que la conversión del impío y obstinado corazón del hombre de su pecado a la santidad, y esta es obra de Jesucristo, y después del Pentecostés, con la llegada del Espíritu Santo, estas obras fueron más abundantes, fueron más cuantiosas, fueron mayores.

Lograr esto es lo que debe llenar de satisfacción el corazón nuestro. Esto es lo único que nos debe bastar. Pero esto no surge si antes no hemos visto a Dios a través de Jesucristo.

Conclusión

Celebramos recientemente el Día de Acción de Gracias y una forma de mantener la actitud agradecida es recordar que Dios siempre tiene una respuesta a nuestras preguntas.

En esta actitud de gratitud podremos declarar y preguntar:
Señor, sé adónde vas ¿Cómo hago para seguirte?
Señor, sé adónde vas, ¿cómo sé lo que debo hacer para continuar?
Señor, en ti vemos a Dios, ¿Cómo seguirás sustentándonos?

A estas preguntas El Señor seguirá respondiendo con amor, gentileza y profundidad:

Yo soy el camino, solo sígueme a dónde te lleve,
Yo soy la Verdad, solo créeme y te sentirás seguro,

Yo soy la Vida, sólo permite que te baste y te sustente.

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