¿Se siente
usted completo o completa? ¿Tiene momentos en los cuales se siente vacío o
vacía? ¿Tiene una sensación de que algo le falta? ¿De que no hay plenitud?
Si estuviéramos hablando de comida, generalmente, esto
es lo que sentiríamos si nos sentáramos a la mesa y solo nos sirvieran un plato pequeño de ensalada. Nos quedaríamos vacíos y, por lo tanto,
insatisfechos. Solo podemos decir que estamos satisfechos cuando nos sentimos
llenos. A esa sensación de llenura le llamamos plenitud.
En su sabiduría, Dios desarrolló en nosotros este
deseo por la comida para asegurar nuestra supervivencia. Por eso, aunque hoy me
pueda sentir satisfecho, lleno y en plenitud, mañana y pasado mañana, y a lo
largo de toda la vida, me volveré a sentir vacío, y estaré en este ciclo de
sentir hambre para comer y después sentirme saciado. Y esto es completamente
normal y necesario.
Ahora, llevemos esto a nuestra vida laboral, familiar,
emocional, o espiritual y hagamos otra vez la misma pregunta con un pequeño
giro: ¿Tengo hambre en estas áreas para sentir plenitud, satisfacción y llenura
después de satisfacer esa hambre? ¿Tendremos en estas áreas un mecanismo como
el del hambre física que nos impulse a saciarnos? Lo hay, pero a veces no lo
usamos.
Jesús dijo que aquellas personas que tuvieran hambre y
sed de justicia serían muy felices porque Dios las saciaría, les daría
plenitud, las haría sentirse llenas y satisfechas.
Muchas personas se han acostumbrado tanto a las experiencias
negativas de sus vidas, o al dolor o al sufrimiento, que se han olvidado de
sentir hambre y sed de justicia.
Ya no quieren, o no pueden, o no saben, cómo sentir
hambre de lo de lo que es justo para ellos o para los demás; ya no anhelan, ya
no anticipan, ya no sueñan, ya no esperan, creen que ya no merecen. Y al no sentir hambre, no pueden sentirse llenos,
satisfechos y en plenitud, porque ya no hay nada que saciar.
¿Cómo podemos tener hambre en todas las áreas de
nuestras vidas y poder experimentar la plenitud de Dios, la sensación de que
Dios nos sacia, nos llena en cada una de esas áreas?
Efesios 3:14-21 nos ofrece cuatro formas de hacerlo
1.
Tengo hambre y sed de justicia cuando pido ser fortalecido con poder en el
hombre interior: Pablo
reconoce que dependiendo de la condición en la que se encuentre el hombre
interior, así será el triunfo o el fracaso en la vida de los creyentes. Un ser
interior fortalecido asegura una vida de victoria y de entusiasmo. La oración significa: dame fuerzas desde adentro,
desde donde está lo que verdaderamente soy con todos mis temores y vergüenzas,
traumas y vivencias, luz y oscuridad, recuerdos y experiencias, y desde allí
dame tu plenitud para extenderme a lo ancho, a lo largo, a lo alto y a lo
profundo.
2.
Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que habite Cristo por la fe en mi
corazón: por medio de la fe
podemos recibir la presencia total de Cristo en nosotros pudiendo así vivir una
vida fortalecida y llena de las riquezas de Dios. Orar así busca hacernos sentir hambre de que los
pensamientos de Cristo llenen mis pensamientos, de que su mente sea mi mente. Y
con estos nuevos pensamientos, ensanchar mi mente, pensamientos anchos, largos,
altos y profundos, sin limitaciones, totalmente libres. No esos pensamientos
que nos limitan, que nos estancan, que estorban nuestro crecimiento, mentiras
que nos hemos creído y que lo único que hacen es llenar nuestra mente de todo
menos de lo que realmente es importante, Cristo.
3.
Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que esté arraigado y cimentado en el
amor: A través del amor
es que podemos dejar de ser egoístas. El egoísmo es la fuente de donde se nutre
la rebeldía que nos hace pecar. Pero las raíces y los cimientos nos hablan de la
profundidad a la que debe llegar la realidad del amor en nosotros: a nuestro
corazón. Un corazón lleno de amor se reflejará externamente en una vida que se
asemeja más a la vida de Cristo en servicio, misericordia y demás frutos del
Espíritu. Las raíces se refieren al hecho de que somos labranza
de Dios, somos el campo de cultivo de Dios, y el desea que echemos raíces y que
crezcamos. El cimiento se refiere a que somos edificados por
Dios, con bases fuertes y con materiales de construcción apropiados. En estas dos imágenes vemos claramente la revelación
de las dimensiones de Dios mencionadas en Efesios 3:18. La semilla es sembrada y empieza a crecer en
profundidad y después en altura, las dimensiones verticales. Luego continúa
creciendo en anchura y a lo largo, con ramas extendidas y gruesas, las
dimensiones horizontales.
Lo mismo sucede con el edificio. Se ponen las bases el
cimiento, que debe ser profundo para que sostenga el peso. Ladrillo a ladrillo
o tabla a tabla el edificio va adquiriendo altura, y se expande a lo ancho y a
lo largo, y la obra se completa y cumple su propósito.
4.
Tengo hambre y sed de justicia cuando pido que comprenda y conozca la plenitud
y el amor de Cristo en todas sus dimensiones: al conocer la plenitud y el amor de Dios en todas sus
dimensiones podremos ofrecer nosotros también un amor en esas dimensiones: sin
prejuicios, sin limitaciones, sin reservas, y sin contemplaciones. El amor de
Dios solo se lo puede conocer cuando lo experimentamos amando.
Este último punto es un ejemplo de un área específica
de nuestra vida a la cual tenemos que llevar la plenitud de Dios.
En el pasaje se mencionan otras áreas que pueden
conocerse también desde la plenitud de Dios: sus riquezas en gloria, la
fortaleza del ser interior, la fe, el conocimiento, la plenitud de Dios, la
abundancia, el poder.
¿Cómo se verían nuestras familias con la plenitud de
Dios? ¿Cuáles serían las perspectivas que harían que nuestras familias se
sientan satisfechas, llenas, saciadas?
¿Cómo sería mi vida con la plenitud de Dios? ¿Cuáles
serían las perspectivas que harían que me sintiera satisfecho, lleno, saciado?
Meditemos en estas preguntas y permitamos que la
plenitud de Dios empiece a manifestarse completamente en nosotros.
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